EDITORIAL-Las lecciones de los conflictos sociales- (BOLETÍN AMP #241- JULIO 2019)

Hace un par de meses estábamos inmersos en el conflicto Las Bambas y ahora ya hemos entrado a un nuevo capítulo: el conflicto Tía María, que ya tuvo dos estallidos sociales previos, el año 2011 y el 2014.

Al margen de la necesidad de atender el conflicto en específico, quizás deberíamos comenzar a tomar conciencia que así como decimos que el Perú es el segundo productor de cobre en el mundo y uno de los principales productores de oro, plata, plomo, zinc, etc.; también nos hemos convertido en uno de los principales países productores de conflictos mineros a nivel mundial.

Debemos entender que los conflictos son luces rojas que se prenden y se apagan cada cierto tiempo y que nos están diciendo que algo no está funcionando bien. ¿Qué puede estar fallando? Todo indica que el país se preparó para recibir los grandes flujos de inversión en minería, pero que no se preparó de la misma manera para enfrentar los conflictos que esas inversiones comenzaron a provocar.

Y en general la conflictividad social se ha seguido manejando con las mismas limitaciones e improvisación, al margen de quién nos haya gobernado: una estrategia básicamente reactiva que se implementa cuando el conflicto escaló; una marcada debilidad institucional e incapacidad del Estado peruano para actuar de manera multisectorial, además de una débil presencia en los territorios. Por eso en las últimas décadas, el país ha vivido conflictos sociales de envergadura y los seguirá viviendo si no se producen cambios sustantivos. Esta sigue siendo una enorme tarea pendiente.

 

 

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