Ecosistemas sensibles versus megaproyectos

Muchos de los conflictos que la minería ha enfrentado tienen como telón de fondo el tema del agua. Según la Defensoría del Pueblo, los conflictos por el agua representan el 50% de los conflictos mineros: las poblaciones perciben que la minería compite por el control de las fuentes de agua.

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Sin embargo, sobre este tema las empresas mineras tienen dos argumentos de peso: la minería en el Perú utiliza menos del 2% del agua disponible y, por otro lado, nos ubicamos entre los 20 países con mayor disponibilidad de recursos hídricos. En resumen, la minería es uno de los sectores productivos que menos agua utiliza y en el país el agua sobra.

En todo caso, el debate está abierto sobre un tema clave. En primer lugar, para nosotros, y a pesar de que en el Perú no contamos con  información actualizada sobre caudales de ríos y en muchos casos se manejan datos de hace 20 años, lo cierto es que los promedios nacionales pueden distorsionar lo que pasa en territorios concretos. La minería sí compite en territorios y cuencas donde se ubican varios proyectos.

Por ejemplo, en el 2013 se otorgaron 1,498 derechos de uso de agua para minería: 32% de las licencias para explotación fue otorgado en la vertiente del pacífico; 64% en la vertiente del Atlántico y el 4% en la del Titicaca. Solo en la vertiente del Atlántico, el crecimiento de autorizaciones para minería en los últimos 15 años fue de 1,500%. Además, los derechos y licencias de agua se otorgan sin tomar en cuenta otros usos preexistentes.

Aparte del tema del consumo, la difícil relación minería y recursos hídricos también se explica por los diferentes impactos que se generan. A los problemas de contaminación se les suma la desaparición de fuentes de agua. Por ejemplo, el desarrollo de varios megaproyectos ha significado la desaparición de varios ecosistemas, afectando el balance hídrico de los territorios.

Como lo señala la Ley General del Ambiente, las cabeceras de cuencas son ecosistemas frágiles. Sin ir muy lejos, el controvertido proyecto Conga proponía afectar de manera irreversible todo un ecosistema de lagunas altoandinas: dos lagunas iban a ser secadas para explotar la zona mineralizada y las otras dos pretendían ser utilizadas como depósito de desmontes.

La alternativa de las empresas ha sido la construcción de reservorios. En este tema también se abre un debate interesante sobre la manera cómo bienes públicos – como un sistema de lagunas altoandinas – pretenden ser reemplazados por bienes privados (reservorios), que son manejados por las propias empresas.

Se necesita seguir trabajando para generar mayores equilibrios. Sobre agua y minería no está de más sugerir a las empresas mineras locales que revisen e implementen las recomendaciones del Consejo Internacional de Minería y Metales.

*Publicado en el Diario Gestión 

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