Ya está sucediendo

Paul E. Maquet

El alza del precio de la electricidad es un nuevo golpe al bolsillo de las familias. Pero nadie puede decir que es un golpe imprevisible: son los efectos del cambio climático que ya se empiezan a sentir.

Este semana, el costo marginal de la electricidad se ha disparado y ha superado los US$ 130 por megawatt hora. Esto es hasta cuatro veces más que en semanas previas. ¿La causa? La menor generación de las centrales hidroeléctricas, por la falta de lluvias. Esto ha significado que el sistema eléctrico haya necesitado activar la reserva de diesel y carbón, fuentes mucho más caras.

Imagen: National Geographic

La paradoja es que las energías limpias ya son mucho más baratas. Carlos Túpac-Yupanqui ha estimado que si actualmente estuvieran en funcionamiento cinco proyectos de renovables que están en construcción, existiría un ahorro importante. Para colmo, al quemar gas y carbón estamos contribuyendo a empeorar el cambio climático. Los cálculos de Túpac-Yupanqui indican que lo consumido en diesel para el sistema eléctrico en solo dos días (8 y 9 de noviembre) representa 5 mil toneladas de CO2 equivalente.

Esta semana también han circulado noticias acerca de la falta de lluvias que viene afectado al sur del Perú. “Campesinos rezan en lo alto de los cerros para que retornen las lluvias y acabe el veranillo en Puno”, dice un titular. Testimonios similares nos llegan desde Cusco, y en Apurímac los incendios forestales -también vinculado a un entorno reseco- están a la orden del día.

El retraso de las lluvias repercutirá en una baja producción de alimentos como la quinua. Tras piedras, palos: la campaña agrícola ya estaba amenazada por la menor importación de fertilizantes debido a la guerra rusa contra Ucrania, y a esto se suma ahora la ausencia de lluvias.

Los informes globales ya han advertido más de una vez que el cambio climático -causado por la contaminación de la atmósfera- traería condiciones más secas en Sudamérica, disminución del caudal de los ríos y desaparición de glaciares, así como también episodios más violentos de lluvia intensa. De hecho, el informe de este año, del cual dimos cuenta en un CooperAcción Informa de marzo, justamente prevé “un empeoramiento de los efectos sobre los medios de vida rurales y la seguridad alimentaria, en particular para los pequeños y medianos agricultores y los pueblos indígenas de las zonas montañosas, incluida la reducción general de la producción agrícola y la disponibilidad de agua”.

No faltará quien diga -nunca falta- que la ausencia de lluvias no es a causa del cambio climático antropogénico sino que es algo “natural” debido al fenómeno de La Niña. Y si bien existe una oscilación natural (el fenómeno periódico El Niño / La Niña), incluso este proceso está siendo distorsionado por el impacto ambiental de los seres humanos, como lo señala una investigación publicada esta misma semana.

Esta semana culmina una nueva conferencia de las partes (COP) de la convención marco de Naciones Unidas sobre cambio climático. Y ya no es momento de hablar de promesas: es momento de tomar acciones inmediatas para reducir radicalmente las emisiones de CO2, metano y otros gases que están causando este desastre y evitar las peores consecuencias. Y para hablar en serio de lo que los diplomáticos llaman el “mecanismo de daños y pérdidas”, es decir, de cómo los principales causantes del problema deben pagar por los daños ya inevitables que estamos empezando a sufrir.

17 de noviembre de 2022

 

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