Loreto: el río Nanay en resistencia a la minería ilegal
El avance explosivo de la minería ilegal en la cuenca del río Nanay —principal fuente de agua potable de Iquitos— ha encendido las alarmas en Loreto. Dragas, tracas mineras, mafias articuladas y un Estado ausente conforman hoy un escenario que amenaza la salud, la seguridad y la propia supervivencia de más de medio millón de personas. Este fue el eje del más reciente programa de La Hora Verde, que analizó la gravedad de esta actividad ilícita y los riesgos que ya se sienten en el territorio.
Para esta edición, conversamos con José Manuyama, coordinador del Comité de Defensa del Agua de Iquitos, y recogimos además declaraciones del educador y escritor Walter Rodríguez. Ambos ofrecieron un panorama contundente sobre la dimensión del problema y la fragilidad institucional que lo permite.
Desde Loreto, José Manuyama recordó que el Nanay es mucho más que un río: es una cuenca única por su biodiversidad, una zona endémica donde las especies que existen solo se encuentran ahí. Es también el principal abastecedor de agua potable para la ciudad de Iquitos, fuente de pescados, madera, plantas, peces ornamentales y numerosos recursos esenciales para la vida cotidiana de la región. Pese a ello —o quizás por ello— hoy enfrenta una amenaza acelerada: más de cincuenta dragas operan de manera permanente en su cauce, en un número creciente y cada vez más sofisticado, repitiendo el mismo camino que siguió la tragedia ambiental de Madre de Dios.
Manuyama advirtió que el impacto ya es evidente. Toneladas de mercurio han sido vertidas durante años en el río y los estudios disponibles revelan presencia de metales pesados en personas que viven en las comunidades cercanas. La minería de río está prohibida por ley en el Perú, pero esto no ha sido impedimento para la expansión de una actividad que crece a plena vista. “El Estado es un desastre”, señaló, aludiendo a la inacción de instituciones responsables —Policía, Marina, Fiscalía, gobiernos locales y regionales— que conocen la situación pero no logran contenerla.
En sus declaraciones, Walter Rodríguez reforzó este diagnóstico. Recordó que la presencia de dragas en el Nanay no es reciente: lleva por lo menos dos décadas avanzando, causando un grave daño ambiental y social. Según señaló, el río ya ha sido declarado no apto para el consumo humano en algunos tramos debido a los altos niveles de contaminación. Rodríguez también alertó sobre la presencia de actores extranjeros —colombianos y brasileños— que operan en la cuenca, muchas veces en disputa violenta por territorio, desplazando a los propios pobladores que han habitado la zona históricamente.
El educador cuestionó además la pasividad de las autoridades locales y regionales, así como la existencia de vínculos y complicidades que impiden actuar con firmeza. Narró incluso episodios en los que agentes policiales habrían advertido a operadores ilegales sobre la presencia de periodistas o fiscales en la zona, facilitando su fuga y obstruyendo los operativos de control.
Sobre quiénes están detrás de esta actividad, Manuyama explicó que se trata de un entramado que combina operadores provenientes de zonas mineras del país con redes extranjeras vinculadas al crimen organizado. La minería ilegal —sostuvo— se ha convertido en un negocio articulado a economías ilícitas más grandes, como el narcotráfico, que se aprovechan de la fragilidad institucional y de comunidades históricamente abandonadas por el Estado.
Al ser consultado sobre qué debe hacerse, el dirigente fue claro: la ciudadanía debe asumir un rol central. Señaló que, pese a que Iquitos ha sido la ciudad amazónica que más ha protestado en defensa de su río, esto no ha sido suficiente para mover a las autoridades. Se necesita —afirmó— una movilización mayor, no solo local sino nacional e incluso internacional, que ponga en agenda la defensa de los ríos amazónicos y su vínculo directo con la disponibilidad de agua para todo el país. El Estado, por su parte, debe liberar el Nanay de las dragas, invertir en las comunidades del Alto Nanay y priorizar la protección de esta cuenca estratégica.
Rodríguez, en sus reflexiones finales, alertó sobre las consecuencias de esta contaminación para la ciudad y para las comunidades rurales. Recordó que muchas de ellas consumen directamente el agua del río, sin tratamiento, y están expuestas a graves daños en su salud. La pesca, la agricultura y los suelos también están siendo afectados. Además, destacó la importancia histórica y cultural del Nanay, vinculado a los pueblos Mainas e Iquitos, cuyas identidades y territorios siguen siendo vulnerados por la minería ilegal.
El programa dejó en evidencia que lo que ocurre en el Nanay no es un problema aislado: forma parte de un patrón de expansión de la minería ilegal en la Amazonía peruana, asociado al debilitamiento del Estado, la corrupción y el avance de redes criminales. La Hora Verde continuará acompañando este tema, siguiendo de cerca las acciones de defensa territorial y exigiendo respuestas urgentes para evitar un daño irreversible.
Puedes ver el programa completo aquí:
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