Los incendios: sus causas locales y globales

Paul E. Maquet
Foto: La República

Amazonas, San Martín, Ucayali, Cajamarca, Cusco y un total de 20 regiones del país. ¡Qué doloroso ver destruidas miles de hectáreas de bosques, ver quemados miles de árboles, sentir la desesperación de todo tipo de animales tratando de huir del fuego que está destruyendo su hábitat!

 ¿Quién tiene la culpa? ¿Qué debemos hacer para parar esto?

Existen causas locales e inmediatas. Como ya se ha dicho, la causa directa de la mayor parte de incendios es la práctica de la quema como parte del ciclo agrícola. Esta es una práctica lamentablemente muy extendida: usar el fuego para eliminar malezas y restos de la siembra anterior para “preparar la tierra” para una nueva siembra.

Esta es una costumbre que debe ser desterrada, y para ello no bastan llamados como los que ha hecho el señor premier esta semana: se requiere un programa serio y ambicioso que ayude a los agricultores a utilizar otro tipo prácticas desde la óptica de la agroecología y la agricultura regenerativa que buscan recuperar la salud del suelo, la riqueza de su contenido orgánico y su capacidad de retención de humedad. Y ello significa financiamiento y capacitación a gran escala, no solo buenos deseos.

No puede descartarse que algunos fuegos se originen con otra intención: la ampliación de la frontera agrícola en la Amazonía. Total, en un bosque primario que se destruye a causa del fuego es más fácil tramitar el cambio de uso de suelo. En ese sentido, sin duda la Ley Antiforestal es un incentivo perverso, porque en la práctica es una amnistía para los que causaron deforestación en años anteriores. El mensaje es: destruye el bosque nomás, que nadie te va a sancionar.

Junto con esas causas inmediatas, hay otra causa en el nivel local que propicia esta situación de incendios fuera de control: la deforestación, la tala, la fragmentación del bosque. El bosque amazónico es naturalmente un bosque húmedo, pero la tala indiscriminada hace que pierda capacidad de capturar y retener esa humedad y va creando un entorno cada vez más seco, lo que lo hace más vulnerable al fuego. Como ya ha sido demostrado por la ciencia, los árboles de la Amazonía inclusive crean hasta el 50% de la lluvia que reciben, a través de su interacción química con el ambiente. Un solo árbol de shihuahuaco puede soltar hasta 3000 litros de agua al día a la atmósfera en forma de vapor. ¡Es un bombero voluntario natural, que previene las condiciones secas! Menos árboles, menos humedad, más incendios que se salen de control.

Así pues, para detener esto es indispensable la protección más firme de la Amazonía, parar la deforestación y derogar todos los incentivos perversos para ella, como la Ley Antiforestal y todas las normas que se están dando para reducir los niveles de protección de reservas territoriales indígenas y áreas naturales protegidas. Así mismo, detener los proyectos para construir carreteras que fragmentan el bosque y facilitan el ingreso de los taladores y mineros ilegales que deforestan el bosque. De igual manera detener el monocultivo agroindustrial en la Amazonía, que mata la riqueza orgánica del suelo y con ello su capacidad de retener humedad. Además de parar la deforestación, es urgente recuperar los ecosistemas que ya han sido destruidos, con un programa ambicioso de reforestación y restauración de la naturaleza.

Hemos mencionado las causas locales de estos incendios forestales cada vez más intensos. Pero todo esto no ocurre en el vacío: es parte de una tendencia global. Cada año, las “temporadas de incendios” (una novedad de la que nunca se había oído hablar antes, que se viene normalizando como si fuera una estación más) son más y más intensas en todo el mundo. Incendios monstruosos destruyen año a año los bosques en lugares tan distintos como Canadá y Australia, Portugal y Rusia, Grecia y Angola, Brasil y México… Esto va mucho más allá de ser un problema nacional o regional.

¿La causa? Es muy simple: la crisis climática. Las temperaturas cada año más altas y las temporadas secas cada vez más secas son un combo mortal. Cualquier chispa, cualquiera que sea la causa, se convierte en un desastre incontrolable. Y en un círculo vicioso, porque si la crisis climática es causada por el exceso de CO2 en la atmósfera, pues los incendios no hacen otra cosa que aumentar aún más las emisiones de este gas de efecto invernadero. Es un efecto de retroalimentación que hace que cada vez sea más difícil detener este proceso.

Por eso, para detener la destrucción de nuestros bosques por los incendios forestales debemos detener también este entorno caliente y seco que la propicia. De poco servirán medidas únicamente locales si cada año los termómetros siguen marcando nuevos récords. La solución es conocida y la ciencia ya lo ha dejado súper claro para el que tenga el valor de escuchar su mensaje: dejar de quemar petróleo, gas y carbón. Cuanto antes. En el plazo más breve posible. No hay tiempo que perder.

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