Las dos caras del reciente descubrimiento de gas en Bolivia

 

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José De Echave

Hace unas semanas, el gobierno boliviano anunció un importante descubrimiento de reservas de gas natural que cuenta entre 300 y 350 billones de metros cúbicos, en un pozo (Margarita 10) ubicado en las regiones de Tarija y Chuquisata, en el sur del vecino país. Como ha declarado el presidente boliviano, Luis Arce, el descubrimiento de gas permitirá recuperar los niveles de reservas y producción que habían estado en descenso en los últimos años.

El nuevo yacimiento confirma la actividad de exploración que se ha seguido desarrollando de manera conjunta entre la empresa estatal, Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) y empresas privadas. En este caso, el pozo Margarita 10 forma parte del campo de exploración Margarita-Huacaya, que es operado por YPFB y la española Repsol, la empresa responsable del derrame en Ventanilla en el Perú.

Es importante subrayar que este descubrimiento le tapa la boca a los críticos del esquema boliviano en relación al gas y los argumentos que señalaban que las inversiones, la producción y las reservas estaban en descenso debido al fracaso del modelo que se sigue en ese país. Lo cierto es que las inversiones se han seguido dando y en este caso con resultados positivos.

Sin embargo, el anuncio del nuevo descubrimiento de gas en Bolivia también coloca sobre la mesa el rol que siguen jugando las actividades extractivas en la región y la apuesta que continúan haciendo los gobiernos, al margen de cuál sea su orientación política, por este tipo de hidrocarburos. Y eso ocurre pese a los señalamientos que se hacen a nivel global. El mundo debe elegir: dejar de explorar nuevos yacimientos de petróleo, gas y carbón o enfrentarse a un peligroso aumento de la temperatura global, ha sentenciado hace unos meses nada menos que la Agencia Internacional de Energía (AIE), una institución dedicada a asegurar el abastecimiento de petróleo a los países industrializados[1]. En un último informe, la AIE señala que para conseguir que las emisiones de carbono sean nulas en el 2050, se debe reducir a cero el gasto en nuevos proyectos de petróleo y gas a nivel global. El objetivo es que dentro de tres décadas, los combustibles fósiles pasen de cubrir el actual 80% de las necesidades energéticas mundiales a sólo un 20%.

«Los tiempos se acortan y cada vez es más urgente iniciar el proceso de transición a energías limpias para precisamente evitar el colapso de ecosistemas claves y de todo el planeta. Como dicen los expertos, para evitar el colapso, es determinante dejar atrás la quema de combustibles fósiles.»


[1]     “La Agencia Internacional de la Energía pide que se dejen de explorar nuevos yacimientos de petróleo y gas”: El País, Economía, 18 de mayo de 2021.

 

16 de febrero de 2022

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