El fenómeno del niño (FEN), la minería y algo más

Pese a que El Niño es uno de los fenómenos “naturales” que se anuncia con anticipación  y que en principio da tiempo para prepararse, en el Perú se está asumiendo lentamente -con la demora acostumbrada- que estamos nuevamente ad portas de uno de magnitud.

Las instituciones especializadas ya categorizan al nuevo FEN como fuerte y maduro: el Centro Internacional para la Investigación del Fenómeno del Niño (CIIFEN) ha señalado que “el Niño se encuentra en su fase madura en el Pacífico Tropical y de momento tiene una magnitud fuerte”;  desde hace varios meses viene influyendo en el clima regional y hay consenso en los análisis elaborados que podría desplegar su máxima intensidad entre noviembre de 2015 y enero 2016  e incluso extender su presencia durante los primeros meses de 2016.

Con temperaturas por encima de lo normal, uno de los probables efectos será un clima bastante más cálido y húmedo en la costa norte y central del país y, cálido y seco en el sur andino, como lo muestra la siguiente imagen:

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Las pérdidas en el terreno económico se proyectan importantes si tomamos en cuenta los antecedentes: en el FEN de 1982-1983 la economía se contrajo en 12% y en el de 1997-1998 las pérdidas representaron el 6,2% del PBI. Si bien la mayoría de autoridades de los sectores involucrados en las tareas de prevención señalan que el país está mejor preparado que antes y que la economía es en la actualidad más grande y con mayor capacidad de respuesta, lo cierto es que esta nueva versión de El Niño nos sorprende en un mal momento y de todas maneras pasará factura. Entre los sectores productivos más expuestos figuran agricultura y pesca y en los de infraestructura, vivienda, transportes y comunicaciones. Igualmente se necesitará inyectar recursos sustantivos en la infraestructura de los sectores de educación y salud.

¿Y el sector minero?

¿Cómo puede afectar el FEN a un sector como el minero que por el momento no aparece en los diferentes análisis que se hacen sobre vulnerabilidades y riesgos? Lo cierto es que sí lo afectará y de varias maneras. Al margen de los posibles impactos en términos de infraestructura que utiliza la minería (carreteras, puertos, etc.), cuando uno ve la imagen que adjuntamos del Centro Internacional para la Investigación del Fenómeno del Niño, un primer cruce que hay que hacer es con las operaciones mineras existentes en el país.

En el norte y centro del país, con pronósticos de temperaturas elevadas y escenarios de  lluvias torrenciales, habrá que prever los posibles impactos en las operaciones mineras en regiones como Lima, Ancash, La Libertad, Piura y hasta la propia Cajamarca. Y cuando se habla de operaciones mineras no sólo hay que tomar en cuenta a la gran y mediana minería, sino también a la pequeña y a la minería informal e ilegal que se desarrolla en varias de las regiones mencionadas. Por ejemplo, escenarios como el de Piura, en distritos como el de Suyo, provincia de Ayabaca, donde hay una actividad minera informal extensiva, se presentarán situaciones de serios riesgos por el tipo de labores y el uso de mercurio y otras sustancias altamente tóxicas. En esta misma región, también cabe preguntar sobre lo que hubiese ocurrido en medio de un Niño fuerte en el distrito de Tambogrande, con una operación a cielo abierto próxima al río Piura.

En el sur y sobre todo en la zona andina, con posibles escenarios de temperaturas por encima de lo normal y ausencia de lluvias, los impactos también se dejarán sentir y el tema del acceso y competencia sobre el agua será un asunto complicado para la minería y fuente de mayores conflictos. A esto hay que sumarle el retroceso de los glaciares que en varias cordilleras de esta parte del país es dramático: no hay que olvidar que los glaciares proveen el 70% del agua que se usa fuera de la corta estación de lluvias andinas. Si bien se anuncia la activación de reservorios como paliativo para afrontar la sequía, está medida a todas luces es insuficiente.

Lo cierto es que frente a los riesgos en temas de infraestructura, transporte y comunicaciones, impactos de lluvias torrenciales en algunas regiones y posibles sequías en otras, la llegada del Niño pone en la agenda la reflexión sobre cómo el país debería desarrollar prevención y políticas de adaptación a este tipo de fenómenos naturales (que en realidad a estas alturas está comprobado que no son tan naturales). El tema de adecuación también incluye a los diferentes procesos productivos, entre ellos, el de la minería.

Este tipo de evaluación ya forma parte de la agenda de reflexión de algunas instancias de la minería global como el Consejo Internacional de Minería y Metales: hace más de una década, como consecuencia de un desastre ambiental en una mina en Brasil, en medio de lluvias torrenciales, se dio una reflexión entre las empresas mineras sobre los graves perjuicios que podrían provocar eventos climáticos de magnitud en sus procesos productivos. En el caso mencionado en Brasil, las lluvias torrenciales provocaron la rotura de un dique de contención de desechos mineros, generando un daño ambiental de magnitud y la paralización de las operaciones.

El FEN, el cambio climático y los escenarios que se vienen

No hay que olvidar que el Perú ha sido identificado como uno de los países más vulnerables frente al cambio climático y que este tipo de fenómenos serán cada vez más recurrentes y de mayor magnitud. En el Perú se presentan siete de las nueve características que aumentan la vulnerabilidad ante el cambio climático: zonas costeras bajas; zonas áridas o semiáridas; zonas expuestas a inundaciones; sequías y desertificación; ecosistemas montañosos frágiles; zonas propensas a desastres y; zonas urbanas con alta contaminación atmosférica.

El nuevo capítulo del Fenómeno del Niño debería ser una clarinada de alerta. Si no se implementan políticas de adaptación y mitigación en serio y a fondo, los impactos climáticos serán cada vez más significativos. Si se quiere ver el lado económico, cálculos hechos para el Banco Central de Reserva del Perú, proyectan pérdidas asociadas al cambio climático del orden del 6.3% del PBI al 2030 y de más del 20% al 2050. Por lo tanto, los costos serán y ya vienen siendo significativos.

Debemos reaccionar e iniciar procesos de transición con planes y estrategias frente a los eventos climáticos que dejen de ser ambiguas, sin metas concretas ni plazos definidos y sin indicadores verificables. Es inaceptable que se pretenda seguir actuando como si la economía se moviese al margen de este tipo de eventos climáticos que ya han tocado la puerta y han ingresado a nuestra realidad.

14 de septiembre de 2015

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