COP 28: un fracaso más sí importa
Una nueva cumbre (la COP 28) ha terminado sin pena ni gloria. Lamentable, porque en este caso un fracaso más si importa y está claro que el tiempo se agota. Como ha advertido el exministro del Ambiente de Colombia, Manuel Rodríguez Becerra, aparentemente la suerte está echada: “el umbral de 1.5°C será sobrepasado en esta década o a principios de la siguiente”. Así de claro y contundente.
El denominado Acuerdo de París (2015) quedó impreso en el papel y no ha servido para modificar las tendencias. A estas alturas, el espacio de la Conferencia de las Partes (COP)[1] aparece agotado y queda claro que por esta vía no se tomarán las decisiones ni se logrará implementar las medidas que el planeta entero espera. 28 años de conferencias no han impedido que las emisiones hayan aumentado en un 60% y, peor aún, que las proyecciones anuncien que la producción global de petróleo y gas seguirá aumentando campantemente hasta el 2050, lo mismo que la producción de carbón. Todo indica que los delegados y jefes de Estado que asisten a las conferencias no son los que deciden; por lo tanto, eventualmente se puede lograr acuerdos, como el de París en el 2015, pero estos no se cumplen. Está claro que los que deciden son los enormes grupos de poder que están detrás de la explotación de los combustibles fósiles y otras grandes e influyentes industrias.
En este escenario, la emergencia climática y todos sus derivados nos seguirán golpeando cada vez con más fuerza. El coctel que nos amenaza es tremendo: crisis climática; crisis económica; guerras; genocidio; negacionismo puro y duro. Así estamos.
Ya el último informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático[2] señaló que los esfuerzos eran insuficientes y que, incluso, si todos los países cumpliesen sus compromisos climáticos actuales ―algo que está cada vez más alejado de la realidad― probablemente no será suficiente para evitar que el calentamiento global supere los 1.5° C de incremento con respecto a los niveles preindustriales. Por el momento, los esfuerzos de adaptación son dispersos, desordenados y no toman en cuenta zonas y poblaciones altamente vulnerables. Todo apunta a que se produzcan cambios irreversibles en varios ecosistemas en el mundo, “lo que sería catastrófico para las personas y la vida silvestre que depende de ellos”[3].
En la actualidad organismos como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización para el Desarrollo Económico, el Panel Intergubernamental de Científicos en Cambio Climático, entre otras instituciones y espacios de trabajo, han comenzado a proyectar los costos del cambio climático y lo cierto es que en todos los cálculos las cifras van en aumento. Según la Global Commision on Adaptation, en todo el planeta se debería invertir no menos de US$ 1.8 billones hasta el 2030 para que los países puedan prepararse y hacer frente a los efectos del calentamiento global. Algunos de los componentes de esta inversión tienen que ver con desarrollar una mayor capacidad de alerta meteorológica, infraestructura que permita hacer frente a eventos que serán cada vez más extremos, protección de ecosistemas, gestión del agua, agricultura en tierras secas, etc. La premisa debería ser que la prevención permite proteger a las poblaciones, sobre todo a las más vulnerables, la infraestructura estratégica de los países, sus sistemas productivos y eso, definitivamente, es menos costoso que reconstruir cada cierto tiempo los graves daños que generan los eventos climáticos extremos.
¿Cómo estamos por casa?
Naciones Unidas ha advertido a los países de América Latina y el Caribe que durante las próximas décadas se van a reproducir con cada vez más fuerza olas de calor, inundaciones, sequías y huracanes. En el caso de América Latina, las estimaciones de los costos económicos del cambio climático se sitúan entre el 1.5% y el 5% del PBI regional y el Perú no es la excepción. Más aún: su situación geográfica y climática, la alta dotación de bienes naturales, como los bosques primarios amazónicos y en general su gran biodiversidad, lo hacen especialmente vulnerable. Proyecciones realizadas hablan de pérdidas equivalentes al 6.3% del PBI al 2030 y si no se reacciona a tiempo, suben a más del 20% al 2050[4]. Según un reciente informe del Banco Mundial para el caso peruano[5], sequías, inundaciones, deslizamientos de tierras, contaminación de fuentes de agua, ausencia de saneamiento seguro para la población, representan un costo entre US$ 8 400 millones y US$ 13 400 millones por año.
[1] La Conferencia de las Partes (COP) de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático está compuesta por todos los Estados «Partes», y se reúne anualmente en conferencias mundiales en las que, supuestamente, se deben tomar las decisiones para alcanzar los objetivos para enfrentar el cambio climático.
[2] Publicado en marzo 2023.
[3] Informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático. 2023.
[4] Vargas Paola (2009): El Cambio Climático y Sus Efectos en el Perú. Banco Central de Reserva del Perú. Lima.
[5] Banco Mundial. Perú, Acciones Estratégicas Para La Seguridad Hídrica. Junio 2023.
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