A propósito de los eventos climáticos extremos

Por: José De Echave C.

Fuente: Actualidad Ambiental

Cuando se hace referencia a eventos climáticos extremos o fenómenos meteorológicos extremos, se alude a un conjunto de acontecimientos que se pueden agrupar en diferentes categorías: olas de calor, olas de frío, ciclones tropicales, lluvias torrenciales, sequías, etc. Las principales consecuencias actuales y proyectadas de estos fenómenos meteorológicos son, entre otras: incendios forestales, inundaciones, hambrunas, desplazamiento de poblaciones[1], el incremento de plagas, mayor presencia de agentes patógenos, aumento de la temperatura del mar, desaparición de glaciares, menos tierra habitable, entre varias otras.

Si bien hasta hace poco se hablaba de fenómenos naturales cuando se hacía referencia a este tipo de acontecimientos, ya existe alto consenso en la comunidad científica respecto a que, en la actualidad, un importante porcentaje de los denominados eventos climáticos extremos que estamos viviendo tienen relación con el calentamiento global y la acción humana directa, lo que provoca además que cada vez sean más intensos y recurrentes. Ahora está claro que hablar de crisis climática ya no es referirse al futuro: es un problema real, concreto y, sobre todo, actual. Como consecuencia, los contextos de climas extremos son presente y futuro para casi la totalidad de las regiones del planeta.

La realidad nos muestra que en los últimos años se han venido batiendo diferentes récords meteorológicos: el año 2019, el instituto climático Berkley Earth, con sede en California, señaló que se batieron  casi 400 récords de temperaturas altas en 29 países del hemisferio norte,  en el período estival. La cifra siguió aumentando el 2021, batiéndose 260 récords de temperaturas altas en 26 países: en varias ciudades de Norteamérica más de 1200 récords de temperatura se batieron en el día y 1500 durante la noche, entre el 24 y el 31 de junio del mismo año. Siguiendo esta tendencia, el año 2022 ha sido considerado como el más caluroso desde 1880, según el Servicio de Cambio Climático de Copernicus de la Comisión Europea.

La combinación de temperaturas altas y sequías ha provocado el aumento de incendios forestales. Las proyecciones que se hacen a nivel global indican que el incremento de las temperaturas, las sequías y la consecuente deshidratación de las plantas y sus componentes químicos que son altamente combustibles, provocarán que los incendios forestales aumenten de manera sostenida. De hecho, en los últimos diez años los incendios forestales habrían aumentado en un 50% en todo el planeta.

Las lluvias intensas y las consecuentes inundaciones también forman parte del paquete de eventos climáticos extremos que golpean varias regiones. Además, como hemos visto recientemente en el Perú, se puede pasar en apenas unos meses de una situación de sequía a una de torrenciales lluvias. En la Europa del primer mundo, planificada y, en principio, mejor preparada para enfrentar situaciones de emergencia, las lluvias que cayeron en el 2021 en dos días -equivalentes a las que caen en varios meses- provocaron inundaciones sin precedentes, dejando 209 personas fallecidas en Bélgica y Alemania. Algo similar ha pasado en África y Asia: una tormenta que azotó la ciudad china de Zhengzhou, en el mes de julio de 2021, provocó que en un solo día cayeran 624 mm de lluvia, el equivalente a un año entero, provocando la evacuación de la ciudad y la muerte de 33 personas.

Según el Banco Mundial[2], durante las dos últimas décadas 1650 millones de personas en todo el planeta fueron afectadas por inundaciones, lo que representa un aumento del 24 % respecto de las décadas anteriores y las proyecciones indican que, para 2030, 180 millones de personas más van a ser afectadas de manera directa  por inundaciones.

El costo que representan todos estos eventos climáticos es enorme, aunque, por ahora, difícil de precisar. Sin embargo, se vienen haciendo algunas aproximaciones: un informe elaborado por la institución británica Christian Aid calculó que el costo de los diez desastres meteorológicos extremos ocurridos en todo el mundo el año 2022 supera los 168 mil millones de euros. Sin embargo, esta evaluación solo tomaba como referencia las pérdidas registradas y que son cubiertas por las aseguradoras. Por lo tanto, es bastante probable que los costos reales estén por encima de los proyectados en este informe: “los verdaderos costes financieros son aún más altos, mientras que los costes humanos a menudo no son contabilizados”, ha reconocido la mencionada institución británica.

En la actualidad, organismos como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización para el Desarrollo Económico, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), entre otras instituciones, proyectan los costos del cambio climático y en todos los cálculos las cifras van en aumento. Por ejemplo, según la Global Commision on Adaptation, en todo el planeta se debería invertir no menos de US$ 1.8 billones hasta el 2030 para que los países puedan prepararse y hacer  frente a los efectos del calentamiento global.

En el caso de América Latina, las estimaciones de los costos económicos del cambio climático se sitúan entre el 1.5% y el 5% del PBI regional. El Perú no es la excepción. Más aún: su situación geográfica y climática, la alta dotación de bienes naturales, como los bosques primarios amazónicos y en general su gran biodiversidad, lo hacen especialmente vulnerable. Proyecciones realizadas hablan de pérdidas equivalentes al 6.3% del PBI al 2030 y si no se reacciona, sube a más del 20% al 2050.

Lo cierto es que los recientes eventos que han golpeado buena parte del país son un claro indicador de que los contextos de climas extremos también son presente y futuro para nosotros.


[1] Oxfam ha estimado que eventos climáticos extremos han provocado que más de 52 millones de personas en 18 países africanos enfrenten situaciones de hambruna. Por otro lado, las inundaciones vividas en África occidental han provocado el desplazamiento de 1.3 millones de personas y más de 600 muertos en Nigeria, Camerún, Malí y Níger, a lo que se suman los 850 000 desplazados por la tormenta tropical Nalgae en Filipinas y el millón de personas que tuvieron que abandonar su hogar también en octubre por el ciclón Sitrang en Bangladesh (Informe publicado en El País, diciembre 2022).

[2] Banco Mundial (2023): Qué nos depara el futuro: Un nuevo paradigma para el almacenamiento de agua.

11 de abril de 2023

Compartir: