El fútbol y las reglas de juego
Todo el Perú ha sufrido, ha gozado y ha celebrado. Lo de anoche marca nuestra mejor campaña en eliminatorias en 35 años y aún mantenemos viva la posibilidad de ver a la blanquirroja en un mundial.
Pero, ¿se imagina usted qué hubiera pasado si el árbitro no hubiera sancionado la falta contra Aldo Corzo en el minuto 75? No se hubiera producido el tiro libre que permitió el golazo de nuestro gran Paolo.
¿Qué hubiera pasado si el árbitro hubiera considerado que sancionar la falta era restarle fluidez al juego? ¿Que detener el juego era una «traba burocrática» innecesaria y que mejor dejar que el partido continúe? ¿O si una nueva regla dijera que el árbitro no puede sancionar sino sólo dar recomendaciones para que los futbolistas jueguen limpio?
Absurdo, ¿verdad? Todos sabemos que para garantizar la justicia de la competencia, se necesitan reglas claras y una autoridad -en este caso el árbitro- que las haga cumplir, y que sancione a quienes cometan faltas. De lo contrario no ganaría el mejor sino el más tramposo, y este hermoso deporte se convertiría en una guerra de golpes bajos. Son las reglas -y no su ausencia- las que garantizan la competitividad, entendida como las condiciones que permiten que sea el mejor -y no el más vivo- el que sobresalga.
Esto es evidente, y pese a ello buena parte de nuestro empresariado insiste con eliminar reglas, eliminar sanciones y «desregular» la competencia económica. Por ejemplo, recientemente el empresariado minero y sus aliados en el Estado han lanzado la enésima campaña para «flexibilizar» y «desregular» las actividades extractivas, como si esto hiciera más «competitivo» al país. En realidad, ello no nos hace más competitivos: simplemente facilita las prácticas empresariales más tramposas y sucias. En este caso, usamos la palabra «sucias» en su sentido literal, pues nos referimos a aquellas prácticas que ensucian y contaminan nuestro ambiente.
El más reciente logro de esta campaña interminable por desmantelar nuestras reglas de juego socioambientales es la resolución ministerial N°276 – 2017 del Ministerio del Ambiente, que elimina la necesidad de Estudios de Impacto Ambiental para buena parte de los proyectos de exploración minera. ¿Acaso esta «desregulación» hará más competitivas a las empresas mineras? ¿Acaso podemos confiar ciegamente en el «fair play» de las empresas -que al igual que los equipos de fútbol, lo que quieren es ganar? Lo que nos garantiza esto es que las empresas tengan libertad para implementar prácticas de exploración más «sucias» y baratas, lo que -además de dañar el ambiente- es injusto para las empresas que han invertido más recursos para realizar estudios ambientales adecuados.
No es la única regla de juego que ha sido eliminada. Los estándares de calidad de aire y agua se han reducido, el ordenamiento territorial ha quedado en el limbo y una demanda de las mineras está a punto de dejar fuera de juego a nuestro único árbitro ambiental, el OEFA. Y van por más: Mercedes Aráoz anunció hace poco que se viene la «simplificación administrativa» para el sector minero, el ministerio de Energía y Minas está por aprobar un nuevo reglamento de exploración y una nueva Ley de Hidrocarburos, y el empresariado ahora se ha propuesto combatir el concepto de «cabecera de cuenca» que busca proteger las zonas productoras de agua que podrían ser vulnerables.
Si como hinchada permitimos que los equipos más poderosos cambien las reglas a su gusto, tengamos por seguro que llegaremos al mundial de los países más contaminados y con mayor degradación ambiental.
11 de octubre de 2017
Compartir: