Nasca: un intento por borrar las líneas que conectan nuestro pasado y nuestro futuro
La inesperada reducción del área de la reserva arqueológica de las Líneas de Nasca, efectuada el 28 de mayo por el Ministerio de Cultura[1], y que ha causado la justificada preocupación y rechazo de parte de diversas instituciones nacionales e internacionales, especialistas y la población en general, fue revertida el 8 de junio, recuperándose la extensión original de la reserva. Muchos hemos recibido con alivio esta noticia que, a nuestros ojos, demuestra que la expresión de la indignación, la presión y el reclamo de parte de la ciudadanía y diferentes actores sí rinde frutos, cuando es lo suficientemente fuerte. No obstante, el área reservada de Nasca no deja de estar amenazada, pues persisten los actores económicos con intereses dentro de la reserva, y el gobierno ha anunciado medidas que podrían ser contraproducentes, según cómo se implementen[2].
El actual ministro de Cultura había justificado la decisión declarando que la disminución del área no afectaba propiamente a la zona inscrita por la UNESCO como patrimonio mundial, un área más pequeña (753 km2) en la cual se encuentran los geoglifos más famosos, contenida dentro de la reserva (5633 km2). Sin embargo, como han señalado diversos especialistas, el objetivo del área reservada de las Líneas de Nasca es, justamente, proteger un espacio que aún no ha sido plenamente investigado (en buena medida por las limitaciones presupuestales del sector cultura), aplicando el principio precautorio para evitar la pérdida de patrimonio aún no descubierto o no comprendido a profundidad. Esto se hace más importante en un territorio que ha brindado vestigios de un valor, enigma y carácter, auténticamente excepcionales, como pocos existen en el mundo. Tal como indica el arqueólogo Luis Huertas, en la reserva no todo el patrimonio es visible: además de los geoglifos más conocidos, existe también un amplio conjunto de caminos, tambos y otras estructuras prehispánicas, todos restos poco estudiados[3].
Existen presiones sobre la reserva hace ya bastante tiempo. Esto es común en las zonas intangibles o protegidas en nuestro país, que pueden tener desencuentros o contradicciones con los medios de vida y actividades de las poblaciones locales o de grandes actores económicos. Como parte de esta tensión entre la conservación y las actividades y necesidades humanas, en el 2015 se formuló el Sistema de Gestión para el Patrimonio Cultural en el Territorio de Nasca y Palpa, en el cual se estableció una zonificación que admitía otros usos de suelo en la reserva, aunque debidamente regulados. Estos cambios, sin embargo, no implicaron la reducción del área protegida; más bien se realizaron en el marco de su categoría especial de protección, buscando un desarrollo armónico entre las actividades humanas y la conservación de los vestigios Nasca. Este tipo de zonificaciones de los usos de suelo también se realizan en varios tipos de Áreas Naturales Protegidas (ANP) administradas por el SERNANP, por ejemplo, en el caso de los ecosistemas, pero siempre manteniendo niveles prioritarios de conservación, y varias condiciones y limitaciones para las actividades humanas.
Sabiendo de este antecedente, surge inevitablemente la pregunta: ¿cuál es la necesidad real (y el apuro) de reducir la extensión de esta reserva, en aproximadamente un 43% de su tamaño original (5600 km2 a 3200 km2). ¿Por qué el ente encargado de la protección del patrimonio emite este tipo de medidas? Varios arqueólogos han señalado que la decisión se ha tomado sin realizar estudios de campo a profundidad, y autoridades políticas ediles del gobierno local de Nasca han denunciado que no representa la voluntad de sus habitantes[4]. Los indicios apuntan a algún otro tipo de interés o presión actuando, y la respuesta, en realidad, está literalmente a la vista en la cartografía. Al igual que otras instituciones que han graficado la reducción de la reserva, presentamos un mapa que visibiliza la presión minera sobre la zona protegida. Sin embargo, hemos buscado ampliar la mirada también a la provincia de Nasca, a manera de completar el marco territorial y todo lo que viene sucediendo en este espacio disputado. La reserva, cabe señalar, abarca no solo la provincia de Nasca, sino también otras provincias y distritos de Ica y Ayacucho.

Como se hace evidente, la minería es una actividad que se está intensificando en Nasca, y es la fuerza motriz del reciente intento por socavar la integridad de la reserva. La cartografía lo muestra claramente. Además, la información del catastro minero del INGEMMET lo confirma: desde la promulgación de la resolución del MINCUL, el pasado 28 de mayo, se han recibido más de 230 nuevos petitorios mineros ubicados dentro de la reserva (cuadrantes de color verde claro), evidenciándose un incremento notorio y acelerado. Así, pese a que hoy el área ha retornado a su extensión original (tal como está graficada en el mapa), se puede decir que los promotores y beneficiarios de estos cambios han aprovechado la “ventana” creada por el MINCUL para ingresar muchos nuevos petitorios mineros en un territorio protegido. La pregunta que brota naturalmente es, entonces, cuál será su suerte: ¿serán aceptados o rechazados por INGEMMET, el ente competente?
El sur de Ica y el norte de Arequipa, así como parte de las estribaciones andinas de Ayacucho, conforman un territorio donde la actividad minera tiene presencia hace varias décadas, particularmente en las provincias de Nasca y Caravelí, sobre todo en minas informales e ilegales de socavón o de pequeña escala. Pero también con grandes minas como Justa (Marcobre) y Marcona (Shougang Hierro Perú S.A.A.), operaciones que están ubicadas al extremo sur de la provincia (pueden apreciarse en el mapa como las concesiones de mayor tamaño, con grandes plantas de procesamiento de minerales ubicadas a su interior, en color turquesa).
Es durante los últimos años que Nasca ha pasado a convertirse en un importante epicentro de la actividad minera, especialmente de la actividad minera informal e ilegal, hecho que se hace palpable por la cantidad de concesiones mineras observadas, la cantidad de mineros inscritos en el REINFO presentes en este territorio[5], pero también por la proliferación de plantas informales de procesamiento de mineral (ver imagen y mapa). Estas instalaciones, altamente contaminantes, acopian y procesan tanto el mineral producido en la zona como el que se extrae en otras partes de la costa, y de las minas pequeñas, informales e ilegales del sur andino. Es decir que hoy Nasca no es solo un espacio de expansión de la actividad minera informal e ilegal, sino también un núcleo de acopio y procesamiento del mineral obtenido bajo estas modalidades.

Ante la efervescencia y expansión de la minería informal e ilegal, las Líneas de Nasca, ícono de la identidad nacional (utilizadas incluso para la creación del logo de Marca Perú), se tambalean. Y con la anuencia (o complicidad) del gobierno nacional. El maltrato patrimonial de las Líneas de Nasca es un símbolo cumbre de la decadencia política y civil que hoy nos golpea, al que se unen Machu Picchu, recientemente expuesto a cargas turísticas que podrían comprometer su conservación[6], y Caral, donde la arqueóloga Ruth Shady viene resistiendo las amenazas e invasiones de traficantes de terrenos, sin recibir mayor apoyo del Estado, pese a la seriedad de sus denuncias. Esta serie de agravios demuestra que los promotores de estos retrocesos consideran “impedimentos” a los grandes legados civilizatorios que nuestro país alberga, esos obsequios del pasado, cargados de sabiduría e información para el presente, que son realmente valores y oportunidades inigualables para el desarrollo y el aprendizaje societal del Perú, Sudamérica, y el mundo. Además, los conflictos de interés son evidentes[7].
Pero, como se puede ver en el mapa, la provincia de Nasca es mucho más que solo un epicentro de la actividad minera informal e ilegal. Es, también, una provincia cubierta en más de dos tercios de su terreno por áreas protegidas (la reserva de las Líneas de Nasca y la Reserva Nacional San Fernando). Esto le otorga una riqueza espacial particular, y una herencia híbrida, donde patrimonio natural y cultural se encuentran. De este modo, Nasca tiene la dimensión potencial de convertirse y consolidarse como una provincia y ciudad “santuario”, premisa que, consideramos, debería ser rescatada para guiar la mirada y el plan que se establezcan para el desarrollo de este territorio que se debate, como tantos otros, entre la minería y otros caminos de vida.
El alivio por la restitución del área original de la reserva de las Líneas de Nasca no debe apagar nuestra indignación. Es necesario mantenernos vigilantes en este clima de agravio permanente creado por nuestros gobernantes, así como en el contexto de fiebre extractiva en alza, que se disemina por diferentes partes del Perú. Y disputar de forma permanente las ideas que buscan menospreciar nuestro patrimonio cultural, o reducir el desarrollo al extractivismo. Algo queda muy claro: un pueblo (o gobierno) que menosprecia su pasado, es un pueblo (o gobierno) desmemoriado. Y un pueblo (o gobierno) desmemoriado no puede forjar un camino propio y coherente hacia lo nuevo, porque está perdido.
[1] Mediante la Resolución Viceministerial N° 000128-2025-VMPCIC/MC.
[2] Mediante la Resolución Viceministerial N° 000134-2025-VMPCIC/MC del 8 de junio, la misma que restauró el área original de la reserva.
[3] https://cooperaccion.org.pe/exigen-revertir-recorte-a-reserva-arqueologica/
[4] https://cooperaccion.org.pe/exigen-revertir-recorte-a-reserva-arqueologica/
[5] Consultar la plataforma GEOMAPE: https://ingemmet-peru.maps.arcgis.com/home/index.html
[6] La Contraloría ha detectado significativos excesos al aforo de visitantes permitido en Machu Picchu, ligados a mafias turísticas que tienen vínculos con el MINCUL, organismo que ha manifestado además la intención de incrementar el aforo permitido. La situación no es menor, pues ha llevado a que UNESCO llame la atención al Perú sobre la posibilidad de clasificar a la ciudadela como Patrimonio Mundial en Peligro: https://www.infobae.com/peru/2025/05/20/machu-picchu-en-peligro-exceso-de-turistas-peligrosa-propuesta-del-mincul-y-lo-que-unesco-podria-hacer-si-no-se-respeta-el-patrimonio-de-la-humanidad/
[7] El programa periodístico La Encerrona divulgó en su edición del lunes 09 de junio que varios funcionarios de la Dirección Desconcentrada de Cultura de Ica estuvieron involucrados en el proceso administrativo y técnico que dio sustento a la reducción de la reserva; incluso, la subdirectora de Patrimonio Cultural, Industrias Culturales e Interculturalidad tiene vínculos familiares con extitulares de concesiones mineras.
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