EDITORIAL: LAS CRECIENTES PROTESTAS EN EL PAÍS

En el último mes se han activado varias protestas en el país. Si bien los motivos son diversos, en todos los casos expresan un malestar que va en aumento. En paralelo, el gobierno afirma su talante autoritario y una total incapacidad para encausar los conflictos por otra vía que no sea la represión.

En medio del paro de los transportistas, el malestar de los comerciantes y la amenaza de la creciente inseguridad, que afecta a los diferentes estamentos de la sociedad, en las ciudades las movilizaciones van tomando las calles, tanto en Lima como en algunas ciudades del país.

Es importante notar que la geografía de las movilizaciones y las propias agendas de demandas se encuentran en plena evolución: de lo rural al ámbito urbano, de los derechos humanos y la agenda democrática a los temas de seguridad, entre varios otros. Si bien no son espacios ni agendas totalmente desconectadas, por el momento no expresan una gran plataforma unitaria.

En medio de este creciente malestar, las zonas con presencia minera también se están movilizando. Lo acaba de hacer el valle de Tambo (provincia de Islay, en Arequipa) frente a la reiterada pretensión de imponer el proyecto Tía María: el 21 de octubre se inició un paro preventivo de 72 horas, con movilizaciones en varios distritos de Islay y en la propia ciudad de Arequipa. Habrá que seguir observando lo que puede pasar en esta zona del país.

Por otro lado, en Piura, los agricultores del valle de San Lorenzo también han comenzado a movilizarse como respuesta a la pretensión de poner en marcha el proyecto minero El Algarrobo, una suerte de versión renovada del proyecto Tambogrande. Como se sabe, el proyecto minero Tambogrande fue rechazado hace 22 años vía una consulta ciudadana, la primera que se organizó en el país.

En la zona del Cenepa, en el departamento de Amazonas, los pueblos indígenas continúan en alerta frente al avance de la minería ilegal. En este caso, son las propias    comunidades las que siguen haciendo procesos de interdicción a las operaciones ilegales, frente a la indiferencia del Estado peruano.

¿Qué pueden tener en común todas estas expresiones de protesta que estamos viendo? Por un lado, el ya mencionado creciente malestar de diferentes sectores de la población, pero también el rechazo a cómo el Ejecutivo y el Congreso manejan el Estado, donde una enorme incapacidad se mezcla con el desparpajo para otorgarse privilegios que solo están dispuestos a compartir con sus aliados de turno.

El 2026 aparece lejano para un gobierno que no ha aprendido nada y que solo sabe responder a la indignación ciudadana con represión y terruqueo. Habrá que seguir observando cómo evolucionan las protestas y cómo se configuran los desenlaces a la crisis.

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