¿Es el momento?

José De Echave C.

La presidenta de la Comisión de Constitución del Congreso, Patricia Juárez, le hizo la pregunta al ministro de Economía y Finanzas, Pedro Francke, al término de la sesión el pasado viernes: ¿es el momento para una reforma tributaria? En realidad no es una pregunta o inquietud original. En la última semana y media, luego que el Ministerio de Economía (MEF) presentase el proyecto de ley de delegación de facultades al Congreso en el que se incluye la reforma tributaria, varios analistas económicos, ex ministros de Economía y voceros políticos han señalado su oposición a la reforma, argumentando entre otras cosas que éste no sería el momento para una iniciativa de este tipo. Se alude, por supuesto, a que estamos en un momento inicial de recuperación de la economía luego de la crisis generada por la pandemia y que no conviene mover la política tributaria.

Imagen: IPE

Hay que reconocer que éste es un buen punto para el debate sobre una de las reformas clave que este gobierno ha anunciado y hay que darlo con el mejor ánimo y de manera propositiva. Me atrevería a pensar que hay dos enfoques iniciales -no son los únicos- para intentar dar respuesta a la interrogante mencionada. Vamos por partes.

  • En primer lugar, a los que señalan que este no es el momento, deberíamos exigirles que nos digan cuál sí sería el momento adecuado para llevar adelante una reforma tributaria de carácter estructural. Esta pregunta también es válida porque en los últimos 30 años todo indica que nunca ha sido el momento oportuno: cuando estuvimos en período de bonanza no se implementó ninguna reforma sustantiva y se manejó la política tributaria con una lógica de piloto automático, bajo el argumento de que no era necesario aplicar cambios porque se estaba recaudando más -precisamente como consecuencia de la bonanza- y una reforma podía afectar el clima favorable para la inversión y el crecimiento económico. Por lo tanto, queda claro que para varios de los ministros de Economía de entonces y que ahora declaran para todos los medios su oposición a la reforma, en épocas de bonanza tampoco era el momento: es más, uno de ellos se opuso a colocar un impuesto especial a la minería en el pico del boom de precios -pese a que organismos internacionales como el FMI lo había recomendado- y optó por conformarse con un aporte voluntario de las empresas. Otro de los ministros mandó a la congeladora la norma antielusiva, una de las medidas de mayor trascendencia, recomendada por la OCDE y que, de haberse aplicado desde entonces, hubiera permitido al país enfrentar con mayor eficiencia el planeamiento tributario que practican varios contribuyentes y habríamos recaudado mucho más en todos estos años, elevando la presión tributaria. El costo anual estimado de lo que se deja de pagar por evasión y elusión fiscal asciende a 8% del PBI. Aparentemente tampoco fue un momento oportuno para hablar de reforma tributaria cuando se acabó el súper ciclo de precios de los minerales y las tasas de crecimiento comenzaron a bajar, lo mismo que la recaudación. Por el contrario, a partir del año 2014 se lanzó desde el MEF una suerte de contrarreforma tributaria, en varios tramos, que puso en marcha un conjunto de medidas que tuvieron un alto costo en términos de ingresos fiscales para el país. La medida de mayor trascendencia, por sus efectos negativos en los ingresos fiscales, fue la reducción de las tasas del impuesto a la renta, sobre todo para las empresas. Dicho sea de paso, la literatura especializada apunta a afirmar que es altamente cuestionable reducir impuestos en un escenario como el descrito y en un contexto en el que los ingresos fiscales ya estaban a la baja.  Además, como lo muestran las cifras, la contrarreforma no logró ningún impacto en la reactivación de la economía. Dicho sea de paso, por esos años fuimos el único país de la Alianza del Pacífico que no implementó una reforma tributaria de carácter estructural para lograr una mayor recaudación y que más bien optó por bajar impuestos.
  • Pero también se podría responder a la interrogante de si es oportuna una reforma tributaria en las actuales circunstancias, de la misma manera como lo ha hecho el ministro Francke. Por ejemplo, lo que si sería totalmente inoportuno es aumentar impuestos indirectos -como el impuesto general a las ventas o el impuesto selectivo al consumo- que afectan a todos por igual y generan inequidad. Tampoco es el momento de aumentar la tasa que pagan los sectores populares y medios que tienen rentas menores de alquileres (1ra categoría) que son fundamentales para su subsistencia. Esto ya se ha explicado que no se va a hacer. Incluso en la propuesta de reforma también se ha considerado inoportuno aumentar el impuesto a la renta que pagan las empresas (3ra categoría), precisamente porque estamos en un contexto de recuperación; por lo tanto eso tampoco se va a hacer.

Lo que sí se va a hacer es aumentar la tasa aplicable a los sectores de más altos ingresos, es decir a los que superen los 300 mil soles anuales, por ejemplo en el caso de los trabajadores dependientes como independientes. La reforma también apunta a ampliar la base de contribuyentes con medidas precisas como la simplificación de regímenes tributarios; dotar a la SUNAT de la facultad de inscribir de oficio en el RUC a personas que operan habitualmente vendiendo bienes u ofreciendo servicios sin estar inscritos; modificar el umbral para el uso de medios de pago financieros y masificar el uso de la bancarización. Se estima incorporar en el RUC a 2,5 millones de nuevos contribuyentes.  Otro ámbito sustantivo de la reforma tributaria apunta a reducir el espacio para la evasión y la elusión tributaria y así reducir gradualmente ese 8% que se pierde por estos conceptos.

En el caso de la minería, la reforma busca capturar un porcentaje mayor de la renta en un contexto en el que las empresas vienen obteniendo sobre ganancias como consecuencia de los precios altos de los minerales. El perfeccionamiento del régimen fiscal minero se viene trabajando con el apoyo técnico del departamento de fiscalidad del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial en base a criterios de equidad, transparencia y competitividad.

¿Es el momento para llevar adelante una reforma tributaria? Todo indica que sí. Organismos como el propio FMI y el Banco Mundial han señalado que: “Los gobiernos deben tomar medidas para mejorar el cumplimiento tributario y evaluar la aplicación de impuestos más altos para los grupos más acaudalados y las empresas más rentables”[1]. La tributaria es una de las reformas más importantes que ha sido varias veces postergada. Lo cierto es que la necesidad de contar con más recursos para invertirlos de manera descentralizada y cerrar las brechas en salud, educación, conectividad, agua e infraestructura básica, nos confronta a todos.

[1]Vitor Gaspar, director del Departamento de Finanzas Públicas del FMI.

10 de noviembre de 2021

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