Ministerio fallido

Leonidas Wiener R.

Una de las noticias más importantes de los últimos días fue la renuncia de la Ministra de Cultura, Sonia Guillén.Si bien el detonante fue el escándalo de Richard “Swing” y su aparente cercanía con el presidente, la gestión de esta ministra venía siendo muy criticada desde el inicio de la emergencia sanitaria por su falta de capacidad de reacción y respuesta. Lo llamativo es que las voces de protesta surgieron de dos grupos muy distintos: por un lado, los representantes de las industrias culturales, artistas o gestores culturales de diversos campos, que reclamaban por la falta de apoyo de este sector para paliar de mejor manera la total paralización de las actividades culturales; y, de otro lado, las organizaciones indígenas, que demandaban al Ministerio de Cultura una mayor atención del Estado para afrontar de mejor manera la pandemia y garantizar la supervivencia de los pueblos indígenas, que constituyen uno de los sectores más vulnerables frente al avance del COVID-19.

Imagen: Andina

Eso es lo que representa estructuralmente el Ministerio de Cultura: la amalgama del antiguo Instituto Nacional de Cultura (INC) y el recordado INDEPA (Instituto Nacional de Desarrollo de Pueblo Andinos, Amazónicos y Afroperuano). En el caso de este último, antes de recalar en el Ministerio de Cultura y convertirse en el Viceministerio de Interculturalidad, fue incorporado sin mayor fundamento dentro de la estructura orgánica del Ministerio de la Mujer, para luego pasar a ocupar un rincón dentro de la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM).

En suma, dos compartimentos estancos -el fomento de las artes y la protección de los pueblos indígenas- que no tienen ninguna articulación o sinergia entre sí, y que históricamente no han tenido casi ninguna importancia para los poderes de turno. Por ello los ministros resultan siendo tan descartables. Desde que PPK asumió la presidencia el 2016 hasta la actualidad, se han producido nueve cambios de ministros de Cultura. Incluso en el caso del reemplazante de Sonia Guillén, Alejandro Neyra, este ya había sido ministro desde enero a abril de 2018, teniendo que renunciar junto con PPK y todo el gabinete de Mercedes Araoz.

El Ministerio de Cultura no es el único caso de un “ministerio frankenstein” en el gobierno nacional que requiere de una profunda reingeniería orgánica. Tanta dispersión genera una inevitable ineficacia, el Estado se debilita y pierde capacidad de gobernar y cumplir con las expectativas de la población (lo cual se está poniendo a prueba con esta emergencia sanitaria). Queda en la sociedad civil una profunda responsabilidad para que aquellos sectores de la población eternamente relegados y aquellos temas que contradicen los intereses de los sectores empresariales más duros, comiencen a ocupar una mayor preponderancia dentro de la agenda política del país.

02 de junio de 2020

 

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