La Ley de Hidrocarburos en el contexto global

Paul E. Maquet

La propuesta de Ley Orgánica de Hidrocarburos (LOH), que el Congreso podría aprobar en los próximos días, es un paso más en el largo proceso de desmantelamiento de las normas ambientales bajo el mantra de “promover las inversiones”.

Se trata de la continuación de una misma lógica que vienen implementando sucesivos gobiernos desde el 2013. Allí tenemos los paquetazos del 2013 y 2014, incluyendo la Ley 30230 y otras normas dictadas por el gobierno de Humala; el abandono del ordenamiento territorial por parte de gestión de Elsa Galarza durante el gobierno de Kuczynski, así como la reducción de los estándares de calidad ambiental y las flexibilidades para la exploración minera, entre otras medidas.

La propuesta original de Ley de Hidrocarburos que presentó el MINEM sigue la misma lógica: busca “promover las inversiones en exploración y explotación petrolera” que supuestamente estarían reduciéndose por la “tramitología” y las exigencias ambientales.

Muchas veces se dice que los ambientalistas son “radicales”. Pero lo cierto es que esta propuesta de LOH es verdaderamente radical. Es tan radical, que varias instancias del propio Estado empezaron a presentar serias observaciones. Por ejemplo, el MINAM rechazó que tenga que pedir permiso al MINEM para temas que tengan que ver con las normas ambientales; el ministerio de Cultura defendió sus fueros en lo que tiene que ver con normas sobre pueblos indígenas; la Defensoría del Pueblo cuestiona que empresa no necesite autorizaciones para realizar diversas intervenciones sobre su lote, sin contar con permisos ambientales y pasando por encima de los derechos de propiedad pre-existentes. En este artículo, CooperAcción hizo un resumen de las principales observaciones.

La pregunta es, ¿si el Congreso incorpora estas observaciones, nos podemos quedar tranquilos? ¿Se acabarían así los cuestionamientos a esta Ley?

Pensamos que no. No se resolverían varios temas preocupantes, entre ellos los largos plazos de los contratos, y la eventual reducción de regalías para las regiones.

Pero quizás el tema más alarmante es el de los llamados “recursos no convencionales”, que suponen básicamente el método del fracking o fractura hidráulica. Se trata de la inyección a alta presión de agua y químicos para fracturar la roca y permitir la recuperación de reservas antes imposibles de recuperar. Por sus características, el fracking tiene graves impactos en la napa freática, es decir, en el agua subterránea.

Esquema del método del fracking o fractura hidráulica

 

Y esto nos trae al tema central.

Porque ¿qué es el fracking? En realidad, como hemos señalado antes, el fracking equivale a “rascar la olla”. Ya casi agotadas las reservas “convencionales” con grandes cantidades de hidrocarburos que se pueden extraer de manera relativamente puntual y sencilla, se descubre que hay recursos dispersos en pequeñas cantidades, atrapados en la roca, pero que necesitan métodos mucho más invasivos para extraerlos.

Ahora bien ¿hasta dónde podemos rascar la olla? ¿Qué pasará una vez que se agoten también esas reservas no convencionales? Tendremos aguas contaminadas, grandes impactos ambientales… Pero nuevamente estaremos en la misma situación de agotamiento de los recursos y producción declinante de hidrocarburos.

La pregunta central es ¿por qué caen las inversiones en petróleo? ¿Por culpa de las regulaciones ambientales del Perú?

Es necesario mirar este tema en el contexto global y entender qué está ocurriendo con el sector hidrocarburos. Las noticias que vemos día a día muestran una tendencia mundial que, si bien aún está en sus momentos iniciales, no hace sino acelerarse.

Países, empresas y fondos de inversión empiezan a retirar su dinero del sector hidrocarburos, por razones principalmente ecológicas. En julio de este año, el Parlamento de Irlanda aprobó la Ley de Desinversión en Combustibles Fósiles, que obliga al Fondo de Inversión Estratégica de Irlanda (ISIF) a vender sus inversiones en la industria de combustibles fósiles global, que en junio de 2017, estaban cerca de los 318 millones de euros distribuidos en 150 empresas en todo el mundo. En abril, varios bancos e instituciones católicas con un capital superior a 7500 millones de euros anunciaron su decisión de desinvertir en combustibles fósiles para combatir el cambio climático. En enero, la ciudad de Nueva York anunció que pondrá fin a sus inversiones en combustibles fósiles: los cinco fondos de pensiones para empleados municipales desinvertirán activos por un valor total de 5 mil millones de dólares. El año pasado, el Fondo Soberano de Noruega –que nació precisamente para administrar los fondos del petróleo noruego- se planteó la meta de desinvertir todo el capital que tiene en acciones de empresas de gas y petróleo, lo que en la actualidad alcanza a unos 35 mil millones de dólares.  El 2016, la familia Rockefeller anunció que retirará sus activos de las compañías de petróleo y carbón.

De hecho, a finales del año pasado Francia prohibió toda producción petrolera para el 2040, mediante una Ley dictada por el Parlamento que prohíbe toda exploración y producción de petróleo y gas natural para el 2040, tanto dentro del país como en sus territorios de ultramar. Los permisos existentes para perforar no serán renovados y no se emitirán nuevas licencias de exploración.

Al mismo tiempo, tanto los Estados nacionales como diversos gobiernos locales están empezando a prohibir los autos particulares que funcionan con gasolina o diésel. Por ejemplo, hace pocos días el Gobierno de Dinamarca ha propuesto una ley con la que pretende prohibir la venta de nuevos autos de motor de combustión de gasolina o diésel para 2030, y de híbridos para 2035. Otros países han anunciado con anterioridad que pretenden prohibir la venta de autos de gasolina y diésel: Alemania, Irlanda y Holanda quieren lograrlo también en 2030, mientras que Francia y Gran Bretaña apuntan a 2040. Por su parte, China ha acelerado su apuesta por los autos eléctricos, exigiendo a los fabricantes e importadores una cuota mínima de 10% de vehículos eléctricos, que irá creciendo en el tiempo, con lo cual ha dado un impulso muy grande a este sector, que redundará en una mayor producción mundial y, por ende, en una reducción de precios.

Todo esto se da en un contexto en el que las fuentes de energía renovable (solar, hidroeléctrica de pequeña y mediana escala, eólica, entre otras) se vienen haciendo progresivamente más competitivas. Por ejemplo, el pasado mes de abril el estado de California alcanzó un récord solar, cuando logró que más del 50% de su energía proviniera de esta fuente. El mismo mes, la empresa Apple anunció que sus instalaciones de todo el mundo ya funcionan al 100% con energía limpia, lo que incluye tiendas, oficinas, centros de datos e instalaciones compartidas en 43 países, entre ellos Estados Unidos, Reino Unido, China e India. Esto ha obligado a los proveedores de la empresa y a los servicios públicos locales alinearse con esta exigencia. Otras empresas de importancia global, como Google, han realizado anuncios similares recientemente.

Energía solar alcanzó un récord en California

 

El 2016, un estudio de Carbon Tracker mostró que por primera vez los costos de producción de las energías renovables fueron menores que los de las energías fósiles, con lo que el argumento del «alto precio» de la transición es cada vez menos cierto.

Entonces, ¿de qué estamos hablando? ¿Cuál es el futuro de la industria petrolera? ¿A quién le vamos a vender petróleo en el 2040 o 2050? ¿Pensamos en ese momento seguir anclados en la economía del siglo pasado, cuando el mundo ya haya virado a una nueva matriz energética?

Lo cierto es que las inversiones en exploración y explotación no vienen cayendo por un tema peruano. Hay una tendencia global. El sector petrolero, a nivel global, no seguirá siendo un actor protagónico en los próximos 20 o 30 años.

Central térmica en Chilca: nuestra matriz energética se ha vuelto dependiente del gas natural

 

Como sabemos, según el IPCC y la Agencia Internacional de Energía, entre el 60% y el 80% de las energías fósiles que YA están descubiertas no pueden explotarse si se quiere mantener la temperatura global por debajo de 2 C de incremento. Las que YA están descubiertas. ¿Qué sentido tiene entonces promover las inversiones en explorar NUEVAS reservas que no deberíamos poder explotar nunca?

Esto nos plantea un reto clave como país, como regiones, como trabajadores. ¿Cómo nos vamos a preparar para ese cambio? Las regiones que dependen de regalías hidrocarburíferas ¿cómo se van a preparar para la transición? ¿Qué oportunidades de reconversión laboral se va a prever para los trabajadores del sector? El país, ¿qué otras fuentes de energía va a utilizar? ¿Qué sentido tiene promover concesiones a 80 años para un sector que tiene 20 o 30 años de futuro? No solo es antiecológico y contradice nuestros compromisos ambientales. También es antieconómico. La transición global a otras energías va a llegar en las próximas dos décadas, con o sin ley de hidrocarburos.

Si bien el Ministerio de Energía y Minas ha venido impulsando las energías renovables mediante diversas subastas, que son importantes, aún el Plan Energético Nacional tiene una meta muy reducida: lograr apenas el 5% de renovables para el 2025, algo que no se ajusta a la tendencia global ni a las urgencias ambientales. Creemos que es posible ser más audaces, y que es hora de debatir una hoja de ruta que permita impulsar decididamente esta transición:

– Por ejemplo, en vez de aprobar una ley para promover los hidrocarburos, debería debatirse una Ley de Energías que promueva la inversión en renovables y defina cómo se va a realizar la transición energética.

– Como parte de dicha Ley, se puede definir que un porcentaje de la regalía o del canon hidrocarburífero se destine a invertir en energías renovables.

– Esta transición requiere transformar nuestras ciudades, invirtiendo en transporte masivo eléctrico y en movilidad sostenible no motorizada, y desincentivando el automovil particular.

– ¿Por qué no convertir PetroPerú en Energía Perú y darle el mandato de liderar la transición energética, invirtiendo cada año menos en petróleo y más en renovables? Esta semana, en el marco de un evento en el Congreso, tuve oportunidad de dialogar con los sindicatos de PetroPerú, que también vienen planteando que esta debería ser una empresa de energías con una mirada de futuro.

– Las universidades e institutos debieran tener protagonismo en este proceso. Por ejemplo, las facultades de petróleo podrían convertirse en facultades de energías, para preparar nuevas generaciones de técnicos y profesionales preparados para este futuro. Esta es una propuesta que vienen discutiendo estudiantes y egresados de la UNI.

05 de octubre de 2018

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